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Academia SÓCRATES
Es preciso que la filosofía sea un saber especial, de los primeros principios y de las primeras causas.
Aristóteles,  filósofo griego.  384-322 a. Xto.
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Busto de Sócrates

Los filósofos griegos antes de Sócrates

Los Presocráticos



Principios de la filosofía

La filosofía surge distinguiéndose de las viejas historias de los poetas sobre los dioses. Nace en un ámbito político innovador, el de las colonias griegas, distanciado ya en alguna medida de la tradición, tanto por sus intercambios comerciales, que permitieron a los milesios conocer otras culturas y religiones de su entorno, como por la fundación relativamente nueva de sus instituciones políticas y religiosas, aunque estas se establecieran imitando las de la antigua polis.

La filosofía supone, en cualquier caso, la confianza en un orden impersonal del mundo ajeno a los dioses. Este no estaría regido, pues, por voluntades desconocidas e invisibles, sino por una ley y una justicia que puede ser esclarecida por la inteligencia y el logos humano.

No es casual, por otro lado, que el origen de la filosofía vaya también unido a la instauración de los primeros regímenes políticos- es decir, regidos por leyes escritas- e incluso, posteriormente, democráticos: al capricho de los poderosos sucede el imperio de una ley por encima de todo designio individual.

No sería la arbitrariedad de las fuerzas divinas, sino una ley común al todo lo que gobierna las cosas, proclaman estos primeros físicos milesios -así los nombró Aristóteles, el primero que escribió una especie de historia de la filosofía antigua.

Un principio o dominio impersonal, pues, arché: el agua de Tales; o el aire de Anaxímenes que, mediante rarefacción u condensación, forma todas las cosas; o lo ilimitado(to apeirón), de Anaximándro, en lo que todo surge, también el aire y el agua, y en lo que todo perece. (0)

La religión y la política de los griegos

Gran parte de la religiosidad griega de la época clásica(siglo VI-IV) tenía carácter cívico. Los dioses eran protectores de las polis.

Los dioses eran, por otro lado, impredecibles para los mortales, su voluntad inaccesible.

En vez de una religión de fe se trataba, además, de una religión de mitos, de historias divulgadas por algunos poetas, que, sin que fuera necesario creerlos literalmente, muestran la trama y el pasado del mundo divino a sus oyentes. Al no ser necesario- por no existir dogma ni institución entre los griegos que establezca una doctrina única -, tomarlos al pie de la letra, se convierten pronto en objeto de crítica, de ironía. Eso no significa que se deje de creer en los dioses, sólo que no se confía del todo en la imagen - plural, por otro lado- que de ellos dan las narraciones poéticas. La censura a la visión homérica y hesiódica de los divino tiene mucho que ver con la historia de la filosofía griega. ¿Cómo son realmente los dioses? ¿Cuál es su verdadero ser? Filósofos como Jenófanes, Empédocles, Heráclito, incluso Parménides, se preguntan por ello.

En la religión griega, pues, no todo gira en torno a si se cree o no en los hechos y decretos de los dioses, sino, si lo que uno cree, pone o no en peligro el orden político, la estructura de la polis. De ahí que Platón no tuviese reparo alguno posteriormente en sus obras políticas de corregir severamente a los poetas religiosos por haber dado una imagen de los dioses claramente inmoral y frivola que, en su opinión, había fomentado la corrupción de la polis.

La diversidad de este orden político será, por otro lado, típico de las ciudades griegas, diferenciándose, esencialmente, entre aristocráticas y democráticas, según sean las minorías poderosas las que la gobiernen, o el demos, el pueblo en su conjunto. En la democracia la norma suprema de la polis ha de ser la isonomía, la igualdad ante la ley. (0)

Los Jonios, la Materia.

Hacia el año 1.100 a. Xto. los griegos comenzaron a fundar colonias en Jonia, costa oriental del Mar Egeo (actual Turquía). Cinco siglos más tarde, por del año 580 A. C., unos griegos de Jonia inician la ciencia y la filosofía.

Busto de Sócrates

Durante esos cinco siglos, los griegos desarrollaron sus competencias olímpicas, comenzaron a construir con piedra, hicieron esculturas independientes de los edificios, avanzaron en su cerámica y su música, y el genial Homero les abrió el camino de la poesía. Si la epopeya de Homero era el canto a un mundo heroico y aristocrático, la de Hesíodo, agricultor de los campos de Beocia, era campesina. Después floreció la lírica con diversas modalidades, diversos metros y en diversos lugares: Tirteo es poeta de la valentía guerrera en Esparta; Mimnermo de Colofón revela el espíritu voluptuoso de Jonia; la canción subjetiva tiene como centro geográfico la isla de Lesbos donde están Alceo y Safo. Alceo dice que la concha marina "es hija de la piedra y del mar". Así pues, cuando comienza la ciencia y la filosofía, por temprano que sea en la historia, ya Grecia tiene una cultura digna de respeto y Solón –que también era poeta– está introduciendo sus geniales reformas sociales y políticas en Atenas.

Sigue siendo sorprendente, sin embargo, que, entonces, unos griegos de Jonia comenzaran a hacerse preguntas hasta entonces no acostumbradas . Ante sí tenían otros hombres, parecidos pero diferentes, animales de tierra, animales del aire, animales del mar, plantas de diferentes formas, piedras, montañas, vientos, olas, estrellas que giraban, días y noches que se sucedían; unas cosas parecían durar, otras desaparecían, otras se destruían entre sí. Se preguntaron: ¿Qué explicación podemos dar de todo esto? Aristóteles, refiriéndose a ellos, dice que buscaron la arjé de las cosas; traduzcamos: "el principio las cosas", donde lo temporal de la palabra principio se transforma en lo que constituye las cosas, lo que hace que las cosas sean lo que son.

En la ciudad de Mileto, un señor a quien conocemos por el nombre Tales (640 a.Xto. - 546 a.Xto.) consideró que la pregunta más importante a responder era ¿de qué están hechas todas estas cosas? Llegó a convencerse de que la respuesta no podía estar en la pluralidad. A pesar del caos aparente, tiene que existir algo que es común a todo, da permanencia a todo y da unidad al todo. Algo subyacente, discernible por la razón aunque no por los sentidos. Una materia común que perdura a pesar de los aparentes cambios y que explica esos cambios. Tales de Mileto creyó que esa "sub-stancia", eso que está como debajo de todo, era el agua o la humedad.

Lo del agua o la humedad habla del estado de la ciencia de aquel inicio. Para el pensamiento filosófico importa mucho más lo otro: el entendimiento de que tiene que haber algo común y permanente; sin ello el mundo no tendría sentido.

"Lo que constituye el mérito histórico del milesio es… el concepto de principio originario de todo ser, concepto que fue él el primero en ver y definir." (1)

Anaximandro (610 a.Xto.- 547 a.Xto.) y Anaxímenes (585 a.Xto.- 528 a.Xto.), ambos también de Mileto y discípulos de Tales, pensaron igualmente que la pregunta fundamental era ¿de qué están hechas todas estas cosas? e igualmente respondieron con una materia común, perdurable y unificadora.

Anaximandro trata de poner orden y clasificar las cosas, y observa que hay cosas como opuestas a otras, como en guerra con otras; la oposición primaria se da entre lo caliente y lo frío, entre lo seco y lo húmedo. A veces ganan unos, a veces otros. (Probablemente Anaximandro no distinguía todavía entre el "estado" de una cosa, digamos caliente, y la cosa misma). Piensa que ni lo caliente, ni lo frío, ni lo seco, ni lo húmedo, podría ser la substancia primaria del universo. No podía ser el agua o la humedad, como había dicho Tales, porque la humedad no engendra fuego, más bien lo apaga. Entonces, la arjé de las cosas, el principio de las cosas tiene que ser una masa indiferenciada (ni caliente, ni fría, ni seca, ni húmeda) de enorme extensión en la que los elementos antagónicos estaban sólo de un modo latente o potencial. Llamaba a esta masa apeiron, lo indeterminado.

Para Anaxímenes la substancia primaria era el "aire" (en griego aer que en aquel tiempo decía aire, vaho o niebla). En su estado natural es la atmósfera invisible; pero puede condensarse en niebla y agua, y aun en substancias sólidas. El "aire" en su forma más pura y más enrarecida era el elemento de la vida. Este elemento está aprisionado en el cuerpo de todo animal y de todo ser humano, es su alma.

Un discípulo decía: el alma es "una pequeña parte del dios", entendiendo por "dios" el universo. Si el aire en su forma más enrarecida es la vida y es el alma de los vivientes, y si el alma es parte del dios-universo, el universo seguía siendo para estos filósofos un ser viviente –muestra de pensamiento pre-racional del que aún no logran separarse enteramente. Es curioso observar cómo estos hombres que por primera vez pretenden explicarse el mundo en que viven con sólo el instrumento de su razón, al enfrentarse al fenómeno de la vida, como que no pueden con él y vuelven a respuestas pre-racionales. Bien mirado el asunto, sin embargo, su incapacidad para explicar la vida nos habla simultáneamente de su capacidad de comprender que el fenómeno de la vida era algo muy por encima de todo lo demás. Aunque en otros asuntos evitaban el lenguaje de la religión de su tiempo, llamaron "dios" a la substancia primera, a la arjé que creyeron descubrir. Así lo hizo Anaximandro con su "apeiron" y Anaxímenes con su "aire". Se atribuye a Tales la frase: "todo está lleno de dioses".

Pero había otra razón para que aquellos primitivos científicos siguiesen pensando en la substancia común como ser viviente; ignorando el problema de la causa primera (por lo que Aristóteles los consideró "indolentes") no se preocuparon de explicar por qué la substancia común que todo lo unifica se fue haciendo otras cosas: piedra, niebla, pájaro. La substancia común –como ser viviente– suple la "indolencia" porque –por viviente– explica su propio movimiento, sus propios cambios.

Los jonios creyeron que la pregunta importante era ¿de qué están hechas todas estas cosas? Respondieron con una materia común que perdura a pesar de los aparentes cambios. Por eso se les puede llamar "materialistas", pero con un sentido distinto al que ese adjetivo tiene ahora. En el lenguaje moderno designa a la persona que ha escogido entre materia y espíritu como causa última de las cosas y niega a lo espiritual todo poder causativo. El marco mental de los jonios era otro: su materia estaba dotada de espíritu y vida.

Esta concepción de unidad entre materia y espíritu fue creando problemas y tensiones a medida que se desarrollaba el pensamiento griego; hubo que irle asignando más y más atributos espirituales a la materia, incluido el pensamiento, hasta que la unión se volvió intelectualmente insostenible y la mente de los griegos separó al espíritu de la materia.

Los Pitagóricos, la Forma.

Aunque filosofan también sobre el universo, su motivación no es la curiosidad científica, como fue el caso de Los Jonios, sino mejorar la vida de los hombres. De hecho, constituían una hermandad religosa. La había fundado Pitágoras hacia el año 530 a.Xto. cuando salió de su isla nativa de Samos y se fue a Crotona en el sur de la actual Italia. El hecho de que Pitágoras proviniera de Samos, también en el oriente griego, asegura el enlace con el pensamiento de los Jonios. Aunque sus discípulos fueron perseguidos y dispersados por razones políticas, en el siglo V encontramos sus comunidades en varias partes de Grecia y el pitagorismo, como escuela, tuvo larga duración.

Como los Jonios, creían que el universo en su totalidad era una criatura viviente. El aire o aliento no sólo rodea el universo sino que impregna todo y le da vida. Ese mismo aire o aliento da vida a las criaturas vivientes individuales. El aliento o vida del hombre y el aliento o vida del universo infinito y divino eran esencialmente lo mismo. El universo era uno, eterno y divino. Los hombres son muchos, divididos y mortales. Pero la parte esencial del hombre, el alma, no es mortal porque es un fragmento del alma divina, separada y aprisionada en un cuerpo mortal.

El fin del hombre es librarse de la corrupción del cuerpo y, convirtiéndose en espíritu puro, volver a unirse al espíritu universal. Mientras no lo consiga, el alma se irá reencarnado repetidamente no sólo en cuerpos humanos sino también en otros seres. El hombre, pues, es pariente de todo lo demás. Más aún, todo tiene una relación de parentesco con todo. Este principio fundamental del pitagorismo viene de antiguas creencias similares a las que los antropólogos han encontrado en otros pueblos primitivos. ¿Qué tiene que ver esto con filosofía?

Pitágoras, ciertamente filósofo, introdujo el modo filosófico cuando explica el camino de la purificación y unión con lo divino. El camino de los otros era de ritos externos. El de Pitágoras, aunque conserva los ritos, insiste en la comprensión de la estructura o forma de las cosas buenas. El estudio de los seres vivos individuales nos lleva a la comprensión de que son organismos, es decir, sus partes no son partes sueltas sino partes estructuradas, subordinadas al fin de mantener vivo al todo (la palabra griega organon significa instrumento). La vida plena y eficaz depende de la organización. Así es el mundo. El mundo es bueno y vivo y divino porque es un todo organizado y sus partes obedecen a un orden. La forma del mundo es ordenada.

Para Pitágoras, sólo lo limitado puede estar sujeto a un orden. Dicho de otra manera, sólo lo limitado puede tener partes relacionadas entre sí, subordinadas las unas a las otras. De ahí que lo limitado es bueno, y lo ilimitado es malo porque no puede ser ordenado. Llamó al mundo kosmos , palabra intraducible que mezcla referencias a orden, correspondencia y belleza.

Si el fin del hombre es irse convirtiendo en espíritu puro para identificarse con el kosmos viviente, el camino es estudiar cómo actúa y cómo es ese kosmos. Este conocimiento capacita al hombre para ser un kosmos en pequeño, imitando la estructura, la forma, el orden del universo.

Al mismo tiempo Pitágoras hizo considerables progresos en matemáticas. Tal vez el que más influyó en su modo de pensar y a la vez confirmó ese modo de pensar, fue descubrir que los intervalos de la escala musical podían expresarse con razones aritméticas entre los números 1, 2, 3 y 4. La ilimitada variedad de posibles sonidos, sometida al límite y orden de los números, se transforma en música. Ejemplo perfecto de lo que acontece en el universo.

Por tanto, para explicar el mundo en que vivimos no hay que buscar la materia de que está hecho, pues es común a todo, sino la estructura, la forma de cada cosa. El foco de atención se ha desplazado de la materia a la forma. ¿Pero qué conceptos o palabras están a disposición de Pitágoras para expresar esa variedad de formas? El había logrado expresar algunas de ellas con números y tal vez por eso dijo que "las cosas son números".

El problema del movimiento

Hasta ahora los filósofos han buscado algo permanente para explicar el mundo en que vivían, a lo que Pitágoras ha añadido el orden y la armonía. Pero, mientras los atenienses avanzaban hacia su democracia, el pensamiento griego en general también se desarrollaba y ya no resultaba natural aceptar una única substancia material como principio de todo. Además, las explicaciones que daban de la variedad de las cosas, de sus cambios y movimientos, no parecían convincentes. Surgieron así nuevos filósofos que trataron de responder a esas preguntas.

Hacia finales del siglo VI o comienzos del V, Heráclito (544 a.Xto.- 484 a.Xto.) contradice todo lo anterior afirmando que nada es permanente y no existe armonía. Lo que vive, vive por la destrucción de otra cosa. El fuego vive por la muerte del aire. Lo que parece armonía es tensión de opuestos. La base del equilibrio es la lucha; la lucha es buena en sí puesto que es la fuente de la vida. La arjé (principio) ya no es agua o aire o apeiron sino devenir puro, mero fluir.

El fuego proporciona una especie de símbolo del mundo. Es la mejor expresión de sus dos principios centrales: 1) todo nace de la lucha y 2) todo está en constante flujo. El fuego vive consumiendo y constantemente cambia de materia. Como así es el mundo, podemos decir que es una especie de fuego.

La respuesta que da Parménides (540 a.Xto.- 470 a.Xto.) es exactamente la contraria a la de Heráclito y un regreso a la materia única: los cambios y la variedad de las cosas del mundo tienen una explicación: son pura ilusión. El movimiento es imposible. La realidad es una substancia simple, inmóvil e inmutable.

¿Cómo llega Parménides a tan extraordinaria conclusión? Para entenderlo recordemos de nuevo la pobreza de instrumentos de la mente con que estos pensadores se van abriendo paso. Aquí el problema es fundamentalmente gramatical con repercusiones lógicas.

En griego, el verbo ser significa existir. Parménides tomó esto muy en serio. Decir que una cosa es tal cosa, es decir que existe. Por tanto, decir que el aire se convierte en agua es una mentira y un disparate porque si ya no es aire ya no existe y el agua, que no era, no existía. Si aceptamos el cambio aceptamos que lo que es se convierte en lo que no es, lo que existe en lo que no existe. Tampoco existe el movimiento, porque si existiese movimiento existiría espacio vacío, pero espacio vacío sería lo que no es, lo que no existe.

El mundo real, por tanto, es un algo inmutable e inmóvil. ¿Pero no nos dicen lo contrario los sentidos? Sí, y es pura ilusión. Sólo la mente capta la verdad. Parménides fue el primero en exaltar lo inteligible a expensas de los sensible y pone, así, a los griegos en la senda del trabajo abstracto de la mente sola, senda para la que los griegos dieron muestras de bien dotados. Pero el desinterés de Parménides por los fenómenos de los que nos informan los sentidos, puso a la ciencia europea –según opinan algunos– en un camino equivocado y que duró más de mil años.

El pensamiento de Parménides influyó por mucho tiempo a través de lo que se ha llamado la Escuela Eleática. Pero, por otro lado, el sentido común de otros griegos se rebeló contra la exclusividad de la razón y trató de salvar el mundo del que nos informan los sentidos.

Para Empédocles (492 a.Xto. - 432 a.Xto.) la arjé eran cuatro elementos que él llamaba "raíces" (raíces de todo lo demás): la tierra, el agua, el aire y el fuego. Las combinaciones diversas de estas cuatro raíces explicaban la diversidad de las cosas. Vuelve, pues, siguiendo a Pitágoras, a la importancia de la estructura o forma de las cosas.

Cada una de las cuatro raíces son algo último e irreductible. Ni nacen ni perecen. De ellas se desprenden partecitas que, juntándose con partecitas de las otras, hacen combinaciones nuevas. Lo que los hombres llaman aparecer y desaparecer es este mezclarse y separarse de las partes. El devenir, por tanto, es un mero cambio de lugar de las partes o elementos constitutivos. "Aun cuando no fueran verdaderos elementos los que él tomo por tales... mérito será siempre de él haber tenido con exactitud la idea de elemento."(2)

Pero ¿qué hace que estas "raíces" se combinen de diversa forma? Por primera vez se piensa –gran paso hacia la verdad– que debe haber una causa motriz, distinta e independiente de la materia de que están hechas las cosas. El cree necesario aceptar que son dos causas motrices, como dos fuerzas, que llama "amor" y "lucha". Fuerzas como de atracción y repulsión. El "amor" hace que los hombres hagan el bien; la "lucha" hace que hagan el mal. Por ser estas fuerzas distintas de la materia de las cosas, ¿estamos ya dando también el paso del reconocimiento de que existe algo que no es materia? Por la forma de hablar de Empédocles no parece que su concepción de estas fuerzas sea de algo no material.

Este nuevo paso lo da Anaxágoras, (500 a.Xto.- 428 a.Xto.) quien vivía en Atenas en tiempos de Pericles. No sólo afirma con Empédocles que debe haber una causa motriz distinta e independiente de la materia de que están hechas las cosas, sino que añade que esta causa motriz no es materia, es espíritu y gobierna al mundo, le da orden.

El paso conlleva un doble avance: 1) Ser no significa siempre ser material; la inteligencia de Anaxágoras descubre un nuevo modo de ser: el ser espiritual. 2) Puesto que el espíritu gobierna al mundo, lo somete a un orden, el mundo y sus cosas tienen un propósito; es lo que más tarde se llamará causa final; además de buscar la causa motriz hay que buscar también la causa final, la que descubre el sentido, el propósito, la orientación de las cosas.

Comenta Aristóteles: "...cuando alguien (Anaxágoras) dijo que al igual que ocurre en los animales había también en la Naturaleza una inteligencia, que era la causa del mundo y de todo el orden de las cosas, pareció sobrio y prudente en comparación de los antiguos, amigos de decir cosas banales"(3)

¿Es este el comienzo de la aceptación de un Dios que gobierna el mundo racionalmente y al que se le conoce porvía racional? Sócrates y Platón reprochan a Anaxágoras por afirmar que el espíritu es la causa primera de todo y luego olvidarse de ese espíritu tratando de explicar todo como si no existiese. En ese sentido el paso de Anaxágoras no tuvo trascendencia.

Un tercer esfuerzo por salirse de la camisa de fuerza impuesta por Parménides es el del grupo de los llamados atomistas, del que Demócrito (460 a.Xto. - 370 a.Xto.) es el más conocido. En vez de las cuatro "raíces" de Empédocles, Demócrito presume que el mundo en que vivimos está hecho de unas partículas mínimas, tan mínimas que no sólo no podemos verlas sino que no pueden ser partidas (por eso las llamó "a-tomos", impartibles). Se mueven a gran velocidad. Todas son del mismo material indestructible, pero tienen diversos tamaños y formas. La diversa combinación de ellas explica los diversos seres que nuestros sentidos perciben. Cuando más apretadas entre sí, más sólido el objeto que constituyen.

¿Qué es lo que captan nuestros sentidos? Las cosas dulces están formadas por átomos lisos que agradan a nuestra lengua cuando la tocan; las agrias, en cambio, por átomos punzantes. Los colores provienen de la forma y posición de los átomos que reflejan la luz que les llega; la luz es también hecha de átomos pero particularmente finos y veloces. Los objetos emiten como unas películas (también de átomos) que conservan la forma del objeto al moverse en el espacio y, al tocar el ojo, "vemos" el objeto. Los átomos más sutiles y volátiles hacen las almas de animales y hombres. Todo es materia y todo el conocimiento de los sentidos queda reducido al tacto.

La presuposición de átomos moviéndose velozmente obliga a Demócrito a aceptar que existe el vacío en el que se mueven los átomos. Pero si todo lo que existe está hecho de átomos, ¿cómo existe el vacío? Demócrito recurre a una paradoja: "Lo que no es, existe lo mismo que lo que es". ¿Por qué se mueven los átomos? Responden diciendo que un movimiento causa al otro. Aristóteles no se quedará satisfecho con esa respuesta y señalará que los atomistas escamotean el problema del origen del movimiento en su conjunto.

Por admirables que hayan sido estos primeros esfuerzos de la razón humana para entender el mundo, no podemos ignorar que dejaban al hombre corriente en un estado de confusión. "El hombre corriente se hallaba ante el dilema de creer, con Parménides, que todo movimiento era ilusión y la realidad un todo inmóvil, o de 'salvar los fenómenos' (como tenían la insolencia de decir los otros) aceptando como realidades únicas los átomos –los átomos invisibles, incoloros, inodoros, áfonos– y el vacío. Ninguna de las dos teorías era satisfactoria ni particularmente creíble. De todos modos, si se creía a los físicos, entonces lo que ellos llamaban la physis o naturaleza real de las cosas era algo extremadamente remoto del mundo en que nos parece vivir. Si estaban en lo cierto, la naturaleza del mundo real resultaba de muy poca importancia para el hombre que tenía que tratar todos los días con un mundo completamente distinto."(4)

Se fue perdiendo el interés intelectual por la physis y la curiosidad de los filósofos se va orientar hacia la vida humana misma, hacia los problemas de la convivencia, de las leyes y del gobierno. Al fin y al cabo eran los problemas que interesaban a muchos griegos desde antes de Tales, problemas a los que había dado sabias respuestas prácticas Solón en Atenas, y a los que fueron dando sus respuestas otros políticos para bien o para mal de sus conciudadanos.

Desde los tiempos de Heráclito y Parménides Grecia estuvo en guerra con Persia bajo la dirección de Esparta. Curiosamente, vencida Persia, no es Esparta sino Atenas la que surge como ciudad principal. Atenas avanza hacia su democracia y entra a un período de gloria de su arte, invita a las otras ciudades a formar la Liga de Delos con el propósito de prepararse para una posible nueva guerra con Persia pero la Liga resultó siendo el instrumento del gobierno ateniense –la asamblea de sus ciudadanos libres– para oprimir a las otras ciudades. En el momento en que ahora estamos detenidos está a punto de comenzarla Guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta.

Obviamente, los filósofos tendrán nuevos temas de qué ocuparse.


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(1) Johannes Hirschberger: Historia de la Filosofía, Biblioteca Herder, vol I, p. 46. [Volver]
(2) Hirschberger: Ibid., p. 62. [Volver]
(3) Aristóteles: Metafísica, Lib. I, cap. 4 (Aristóteles, Obras, Aguilar, p. 915). [Volver]
(4) W. K. C. Guthrie: Ibid.. p. 67. [Volver]
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